Un día cualquiera, la mañana esta por comenzar y el despertador suena, Sergio se levanta se mira al espejo y se ve demacrado, sin darle más importancia se mete a bañar, se lava los dientes, toma una tarta y leche de fresa antes de salir a trabajar.
Son las cinco de la mañana, ya está listo en la parada del transporte público para adentrarse a la selva de concreto, se echa una pestaña de tres horas mientras se traslada, además de caminar 10 cuadras para llegar a su destino, prender su computadora e iniciar una jornada laboral.
Parece que será un gran día, todo se encuentra en calma en la oficina, hasta que de pronto, el jefe aparece, sin saludar le pide a Sergio entregar 20 reportes para hoy mismo, se va tranquilamente por su café, se sienta en su escritorio, se pone a chatear con el celular y para colmo comienza a ligar con la chica nueva que se encuentra en el escritorio contiguo. Se acerca la hora de salida y Sergio por fin ha terminado los reportes, se encuentra listo para ir a tomar una cerveza con sus amigos, pero esto no podrá ser, el carcelero con una mirada maquiavélica lo detiene, le pide que hay que terminar un trabajo con urgencia por lo que tiene que esperarse, mientras que descaradamente con su nueva conquista desaparecen entre la oscuridad de una noche llena de pasión.
Son las nueve de la noche, el reloj camina y 15 minutos después el martirio de Sergio termina, no le queda más que aceptar su frustración por ir a casa. Llega casi a media noche, cena un vaso de leche, ve un una película de Alfred Hitchcock (Frenesí) la cual no termina, por lo mismo la tele se queda encendía mientras duerme, a la madrugada siguiente despierta a la misma hora y la monotonía en su vida seguirá sin parar.
Vuelve a sonar el despertador, pero esta vez Sergio no quiere mover ni una pestaña, con una pereza se levanta y cambia un poco su rutina, se ve al espejo y no sabe lo que le pasa, su mirada no es la misma, se siente raro, acobijado por una energía pesada desayuna, piensa que de seguro es normal por la carga de trabajo, nuevamente se dispone a salir de su casa, la sensación es diferente, como que quiere elegir otro rumbo pero no puede, hay algo que lo detiene.
Su camino es el mismo, pero la sensación le carcome los sentidos y solo le falta atravesar una calle para llegar al trabajo, por un momento se queda pasmado, el semáforo le anuncia que puede atravesar la calle, se queda como catatónico mientras que las demás personas pasan a su alrededor, cierra los ojos, escucha que el viento le susurra al oído frases inesperadas de dolor y pena…
El viaje que pasa en la oscuridad está lleno de odio y fastidio, de dolor y tristezas, una voz en su mente le dice “Adelante, hazlo”, los vuelve abrir y se encuentra dentro del elevador con una vestimenta diferente, con un overol y una camisa de franela a cuadros color negro con rojo, a su costado izquierdo en su cinturón trae un Walkman, saca un casete lo pone y suena la canción de Psycho Killer de los Talking Heads, mientras que por un lado un hacha, por el otro un cuchillo en ristre, todo listo al parecer para un festín perfecto, el elevador sigue su camino sin marcha atrás.
Se abren las puertas, se pone una máscara que él mismo hizo de ayate con un toque de mecate, sale del elevador, se queda un momento en el pasillo, el vigilante se le queda mirando desconcertado, no sabe qué hacer, toma el radio para hablar y pedir ayuda, rápidamente él enmascarado le avienta el cuchillo directo al corazón, se detiene en el cuerpo y le extrae el mismo objeto punzo cortante, sigue caminando rumbo a la oficina, las caras de los presentes son de sorpresa, angustia y terror, se queda mirando a todos, su cuello lo inclina a un lado, después al otro mientras escucha la canción ya mencionada, da un paso, dos paso, toma más velocidad e inicia el festín.
Todo en el lugar es un caos, la gente corre alrededor sin rumbo fijo, gritos de auxilio, sangre por todas partes, desmayos, mutilaciones, después de algunos segundos y cazar a quien se le pusiera enfrente corre en una sola dirección, se abre paso por arriba de los escritorios, en el camino con su hacha va dejando uno que otro cuerpo en el suelo.
Al fin, llega frente a su objetivo, aquella persona que un día antes le hizo perder el tiempo, que no dejo que su cuerpo disfrutara de los placeres de la vida y el ansia de saciar su sed con el néctar de los dioses, aquella rabia acumulada por tanta intransigencia, la ira se reflejaba en aquella mirada perdida cara a cara con su superior, Sergio tira el cuchillo, toma las carpetas con el trabajo entregado un día antes, estira la mano para entregárselo al jefe, este con un miedo inminente, estira la suya y las toma, nuestro personaje se los tira al suelo, temblando de miedo el represor lo levanta y por fin el enmascarado decide quitarse la capucha en el momento indicado y preciso para sentirse por un momento el que manda.
El jefe se queda anonadado al ver su rostro, se le vuelve a caer la carpeta, Sergio suelta una mueca, da un paso adelante, le señala el reloj, mueve el hacha para atrás y con un movimiento perfecto el arma blanca entra directo al cuello, la sangre lo baña por todo el rostro cegándolo…
La oscuridad vuelve a los ojos de Sergio y cuando reacciona se encuentra en el mismo punto, antes de cruzar la calle, se ve las manos manchadas de sangre, mira al cielo, avienta una risa y corre sin rumbo.
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